La Suegra vs. la nuera....
¿Aliada o enemiga?, ¿una segunda madre o más bien una pesadilla?, ¿qué es su suegra para usted?. Se lo pregunto porque en torno a la figura de la suegra se han tejido taaaantos mitos y hasta chistes malintencionados, que es casi imposible escuchar un comentario positivo de este miembro de la familia. Pero, ¿será posible ser o tener una buena suegra, sobre todo cuando se vive bajo el mismo techo?
Si se quiere hacer un buen chiste, que casi seguramente será bien acogido; hablar de alguien con cierta connotación maléfica; o incluso, ejemplificar el paradigma de relaciones complejas, esencialmente invasivas (popularmente meterse en lo que no le importa o donde no le han llamado);... pues ahí está el personaje ideal: ¡La Suegra!
Pocos roles sociales son menos favorecidos y más censurados que el de suegra,... y observe que genéricamente me referí solamente al sexo femenino. Porque, paradojicamente, visto desde otra perspectiva, esta misma persona, este mismo ser humano, representa el posiblemente más altamente valorado roll social: El de madre. Tal vez injusticias de la opinión pública y la sabiduría popular con el género masculino, pero ser suegro no es tan malo y ser padre no es tan bueno.
De nuevo y sin prejuicios de género, ¿quiere complicar un poco más las cosas, y favorecer menos aún a las suegras? bien, hablemos de la madre del miembro masculino de la pareja, es decir la mamá del varón,... y más aún si es hijo único o preferido o sobreprotegido, aquel que voluntaria o involuntariamente aún está unido a su progenitora por un “invisible cordón umbilical de acero”, y que es expresión de aquellas relaciones que, según la literatura psicoanalítica, tienen un cierto sabor edípico.
Llegado a este punto, entonces no queda más remedio que introducir un nuevo personaje, la aparente víctima de la maldad de la suegra, la aparentemente frágil y angelical pareja del hijo de la señora de referencia: La nuera.
Si usted dice suegra se está refiriendo a un concepto desdeñable,... pocos piensan en muchas mujeres que han sido mucho mejores seres humanos para con sus nueras que lo que fueron sus verdaderas madres.
Y esto nos conduce hacia un interesante concepto, el prejuicio, que como su connotación semántica indica, es una pre-valoración, una conclusión anticipada de lo que se nos está diciendo. ¡Lo mismo ocurre con la suegra!, no es sólo un inamovible estereotipo, sino que presupone un juicio de valor ¡en negativo!:
-¿Vas a vivir con tu suegra...?, ¡te embarcaste!
-¿Vas a vivir con la madre tuya,...?, ¡te salvaste!
Aunque podemos seguir en un regodeo conceptual —al polemizar que la aborrecible suegra es la progenitora de nuestra encantadora pareja y que la adorable autora de nuestros días es, a su vez, la suegra (tal vez percibida como terrible) de aquella,...— preferimos volver al más cotidiano dilema de suegra vs. nuera.
Para poder continuar y comprender con más claridad el tema que nos ocupa, hablemos brevemente de un personaje clave en esta historia, de quien apenas hemos hablado y quien ocupa una posición que la literatura especializada ha dado en denominar la posición “sándwich” por estar en el centro de dos fuerzas: Se trata del “hijo de su mamá” y, al mismo tiempo, “la pareja de su pareja”,... es tal vez la “manzana de la discordia” quien en muchas ocasiones, en muchos sentidos, directa o indirectamente, deviene en catalizador de los conflictos suegra-nuera.
El hijo de su mamá, por lo general conoce bien los aspectos críticos, conflictivos de ella, sabe que es muy invasiva en su vida personal, que con frecuencia es una censora implacable de todo lo que no encaja en sus esquemas —¡y por lo general hay muchas cosas que no encajan!—, que a veces es tan matraquillosa que llega a marear a quienes le rodean, que no para de pelear,... pero que al mismo tiempo es una “gallina defendiendo a sus polluelos”, que se desvive por complacer a los suyos —en especial a su hijito del alma— aunque no pierda ocasión de recordar cuanto se desvive y ¡lo mal que le pagan,... cuando ella merecería algo mejor!.
Por lo general a él mismo se le hace difícil la convivencia con su mamá, con quien polemiza bastante y se suceden a menudo episodios desagradables entre ambos....
Pero, aunque este es uno de las casos más frecuentes, no siempre ocurre así, en ocasiones se trata de madres muy “sufridas”, que afrontan la vida de forma casi martirológica, en unos casos con un constante lamentarse y en otros con un estoico pero no menos reprobador silencio.
En cualquiera de estos y muchos otros probables casos en que pueden combinarse características descritas, estaríamos en presencia de complejas relaciones madre-hijo, que devienen fértil terreno para los más severos aún conflictos suegra-nuera,... ¡aunque a su vez ello no quiere decir que esté exenta de complejos lazos afectivos!.
Veamos ahora a la otra protagonista del conflicto y hagámoslo desde una óptica limpia y transparente —¡que no siempre es así!— se trata de una mujer honestamente enamorada del hijo de mamá, una muchacha con “impulso”, que con frecuencia anhela su independencia, la “suya”, a veces hastiada y saturada de lo mucho que la controlan y limitan en su propio hogar de origen, con el afán también posesivo sobre su pareja que casi siempre tienen los jóvenes y sobre todo con nuevas ideas, nuevos puntos de vista revolucionarios de cómo “deben ser” las cosas y el consecuente impulso para imponer sus criterios.
¿Cuál es entonces el asunto?
Que cuando estas dos fuerzas colisionan, el impacto resulta ser violento, que puede ser atenuado, amortiguado o ¡incrementado! por el elemento común, que está en el medio, que tiene un complejo doble estatus de hijo de su mamá y pareja de su pareja.
Por supuesto, el impacto no es el mismo cuando la relación es desde afuera a cuando implica la convivencia cotidiana, en un mismo espacio físico, bajo un mismo techo, ¡con una sola cocina o un solo baño!, porque como reza un viejo aforismo que conocí: “hay flores que de lejos huelen y de cerca hieden”.
Y es precisamente en el contexto de la convivencia donde más compleja se hace la relación suegra-nuera: Desde el punto de vista de la suegra, pocas mujeres —tal vez, si acaso, un clon de ella misma 20 años más joven— están hechas a la medida de su hijo, unas porque son unas “cochinas” que todo lo dejan sucio o regado o porque apenas se ocupan —¡como solamente lo sabe hacer ella!— de que su hijo tenga la ropa limpia, al día; porque son unas “vagas”; porque son mal educadas, porque no son cariñosas,... o por cualquier otra razón emergente que siempre aparecerá.
En consecuencia se arrogan los derechos —“¡al fin y al cabo esta es mi casa!”— de invadir constantemente la vida de la joven pareja para indicarle —¡claro que por su bien!— a la nuera cómo debe hacer las cosas pues así es como le gustan a SU hijo; de censurar velada o abiertamente todo, o casi todo, lo que ella hace; de hablar con otros sobre la mala suerte que ha tenido su hijo y hacer un ostentoso silencio cuando aquella se acerca —claro “doble mensaje” que era de ella de quien se hablaba, una especie de “era de ti pero no contigo—; pero sobre el envenenar al hijo, “dejándole caer” la mala selección que hizo, ostentando su pesar y aflicción por lo mucho que han cambiado las cosas desde que "esa mujer" —¡una de las más lapidarias expresiones!— entró en la casa,... y en ocasiones hasta resaltando a una nuera anterior supuestamente ideal, aunque con aquella se hubieran tenido también severos conflictos.
Podría continuar ejemplificando, pero es preferible quedarse aquí por tratarse de algunas de las más frecuentes críticas a la suegra, que con mucha frecuencia —con razón o sin ella— estigmatizan y consolidan los estereotipos y prejuicios alrededor de esta figura.
Pero, y ahora le toca al abogado del diablo, ¿es tan indefensa la nuera?
Es posible, es cierto, que esta esté en posición desventajosa, pues como quiera que sea ella es una extraña que entra a un sistema que con sus virtudes y defectos lleva largos períodos de tiempo funcionando así, y sus miembros, cada cual a su manera, están acostumbrados a ello —¡aún reconociendo y hasta desaprobando sus imperfecciones!—. Por eso, la llegada de la nuera al hogar produce eso que en la literatura especializada ha dado en llamarse “ruido en el sistema”,... afortunadamente todos los sistemas tienden al restablecimiento del equilibrio, a la asimilación de nuevas influencias, y entonces, progresivamente, los ruidos se atenúan hasta casi desaparecer,... aunque en algunos casos el nuevo elemento deviene, por una razón u otra, muy incompatible con el funcionamiento del sistema en su conjunto o con algún elemento en particular, y entonces los ruidos se agudizan y llegan a comprometer el funcionamiento del sistema a mediano o largo plazo.
Es en este sentido que las nueras pueden contribuir a agudizar los conflictos, sobre todo cuando llegan ellas mismas con una actitud colonizadora del nuevo hogar, con la clara intención de cambiarlo todo acorde a sus propios criterios y puntos de vista, olvidando la vigencia del conocido refrán de la sabiduría popular de que allí donde fueres, haz lo que vieres...
De esta manera, cuando intenta violentar las normas y tradiciones de la familia de su pareja, con quien convive, produce importantes fricciones en dicha convivencia pues se acentúa la visión de ella como intrusa invasora, más aún ante los ojos de la suegra. Sobre todo porque si hasta ahora ésta era la “dueña y señora del hogar”, ahora ve amenazado un estatus que —para ser justos, incluso habiendo vivido ella misma historias similares cuando le tocaba el roll de nuera— mucho trabajo le ha costado alcanzar y mantener, sintiendo que tiene la razón de su parte; ello la impulsará a “repeler al extraño”, con lo que el clima familiar se enrarecerá mucho más.
Es frecuente, entonces, como contra-respuesta que la nuera asuma comportamientos y actitudes que lo que hacen es añadir más leña al fuego entre las que podemos señalar algunas expresiones típicas:
-El levantarse de la mesa.
-No recoger los platos y ni siquiera intentar fregar.
-El apenas tratar a la suegra y cuando lo hace es de forma distante y despectiva, en tanto hace ostentación de afecto y alegría —risas evidentemente forzadas— cuando se comunica —personalmente o ¡por teléfono!— con otras personas, en especial su propia progenitora.
-El poner constantes quejas a su pareja por la actitud de la señora para con ella, ¡sobre todo cuando él no está presente!,... en lo que puede haber mucho de verdad y mucho de manipulación.
Como resulta lógico suponer, esto pone al hombre, a la manzana de la discordia, en el centro de una seria situación conflictiva que recibe, por ambas partes, un cúmulo de quejas, de recriminaciones y reproches —no siempre justificados— por tomar partido con la otra parte y —sobre todo— por ser tan ¡débil!.
Tan incómoda, y por lo general ambigua, situación irrita al hombre, quien al no saber con certeza —¿¡es acaso posible!?— dónde está la razón y debatirse entre dos muy importantes —aunque también conflictivas— fuentes de afecto para él, llega a asumir actitudes injustas con una o ambas de las mujeres implicadas. —Tal vez las más importantes mujeres en su vida, si no tiene hijas— a quienes puede llegar a lastimar o —¡peor aún!— decepcionar.
Cuando esto ocurre, sus relaciones humanas y afectivas con ellas se ven muy laceradas al producirse predisposiciones en que él mismo se convierte en un importante facilitador y potenciador del conflicto.
¡Vamos a bajarle el fuego a la caldera! hemos tratado las situaciones más dramáticas,... Pero podríamos hablar también de aquellos contextos deseables en que se “eliminó el ruido del sistema” y suegra-nuera llegaron a constituir un buen equipo, en que todas las partes en juego obraron inteligentemente y lograron no sólo una “suficientemente buena” convivencia, sino que conformaron importantes lazos sentimentales en torno a una persona muy querida por ambas,... ¿no sería esto lo deseable?
Y tu que opinas?, anda dime……..