martes, 31 de julio de 2007

Mamitis....


Cuando las relaciones entre padres e hijos interfieren en el matrimonio.

Más de un matrimonio que empezó con muchas ganas de ser feliz, terminó absurdamente -y otros están a punto de fracasar- debido a la exagerada dependencia de algun miembro de la pareja para con su mamá.

Esta extraña relación se conoce con el nombre de "mamitis", y por ella se entiende que el hijo(a), a pesar de que ya está casado(a), aún no corta del todo con su cordón umbilical.
Cierto es que la "mamitis" también puede darse en la hija casada para con su mamá o con su papá y del hijo para con su papá pero al parecer, la que más daño hace es la que permite al hijo casado hacer más caso a la mamá que a la propia esposa y a los hijos.
Desde luego hay casos graves, pero hay "mamitis" en todos los grados, desde las catastróficas hasta las que -vistas desde fuera- provocan algo de risa y parecen divertidas pero que en realidad son dolorosas para quien las vive.
Hay madres que a sus cuarenta y muchos años no acaban de entender que los hijos no les pertenecen, porque ninguna persona puede ser poseída, como se puede poseer un objeto o... un perrito. La madre transmite el don de la vida a los hijos, los educa, los ayuda a crecer y a madurar, y después, los debe dejar construir su futuro en independencia y libertad.
Es un error pensar en una "pérdida" del hijo que se casa. Es evidente que, como consecuencia del matrimonio, habrá cambios en la familia: el hijo se irá de la casa, estará con su esposa y, más adelante, con sus hijos, pero no deja de ser hijo, simplemente está cumpliendo con su destino que, en éste caso, es formar una nueva familia.
¿Cuál puede ser, entonces, la actitud correcta de los padres ante la elección matrimonial de los hijos?
-Ahora más que nunca, deben saber demostrar el amor que declaran tenerles. Pero ahí está el problema.
"La madre del esposo y padre de familia, puede decir que quiere a su hijo a su lado porque lo ama mucho", ¿Será?
La esposa no logra entenderlo, y con razón, porque si de amor se trata, ella también ama a su esposo, y los hijos no se diga.
Por otra parte, el marido enfermo de "mamitis" justifica su comportamiento argumentando también el amor a su madre y además el deber de hijo. ¡Todo un enredo de amor, por lo visto!.

En realidad, el enredo puede verse provocado por cada uno de los interesados al perder de vista el auténtico sentido de amor materno, filial y matrimonial.
Veamos cómo.
Amar es buscar el bien y la felicidad de la persona amada, es entregarse a ella para que se realice y se desarrolle como persona, es sacrificarse por ella, es renunciar a veces a uno mismo, a los propios gustos, caprichos, intereses y ¿por qué no? a los propios sentimientos.
Ahora vamos a analizar el supuesto amor de cada uno de ellos:
-La madre. Su amor no busca el bien del hijo, sino la satisfacción de un cariño personal y el deseo de posesión. Si amara a su hijo, lo dejaría libre de realizar su proyecto familiar, le ayudaría a ser un buen esposo y un buen padre. Le aconsejaría vivir unido a su esposa como el ser más importante en su vida.

Aunque muchas mamás no quieran aceptarlo, el cónyuge -esposo o esposa-, desde el momento del matrimonio, es lo primero en la vida del hijo. Paradójicamente, esas madres quieren ser buenas, pero no dejan a su hijo ser buen padre (y buen esposo). ¿Y qué decir de esos padres que ponen a sus hijos en contra del respectivo cónyuge, criticándolo, despreciándolo y buscando perjudicarlo en todo?

-El hijo. Su amor también se ve distorsionado por una debilidad evidente hacia la voluntad de la madre, por una satisfacción sentimental e inmadura del propio afecto filial y por una clara irresponsabilidad como esposo y padre. Si realmente amara a su madre, trataría de ser mejor hijo, trataría de actuar como hombre maduro y responsable hacia los deberes que se derivan de su elección de vida.

Quien ve este fenómeno desde fuera, se sonríe, tal vez, con un poco de rabia y algo de compasión. Probablemente ni los padres posesivos, ni los hijos enfermos de "papitis y mamitis" estén conscientes de su error, sin embargo, ante los efectos que destruyen, se precisa una reflexión y un cambio de actitudes que pueden ser un medio óptimo para prevenir males mayores.

Si es verdad que existe una crisis en la institución familiar, la forma más correcta para superarla o vencerla, no es la tolerancia o el fomento de esa "enfermedad", sino el esfuerzo, aunque resulte doloroso, por educar en la sana libertad y madurez a los propios hijos.

Temblores

Un presidente municipal de la sierra de Guerrero, recibe un telegrama urgente del gobernador, que dice: “Movimiento telúrico trepida torio, detectado en su zona. Localizar epicentro e informar de movimiento telúrico”

Varias semanas después, llega por fin la respuesta del presidente municipal:
“Epicentro localizado, confeso y preso; telúrico muerto; trepida torio y otros 15 cabrones se dieron a la fuga, pero los seguimos de cerca.”
“No habíamos podido dar más informes porque hubo un temblor de la Chingada”

lunes, 23 de julio de 2007

El paraiso perdido


Se dice que la pareja humana está en crisis. Que cada vez se casa menos gente. Que la convivencia hoy día es muy difícil: porque la mujer quiere trabajar y el hombre quiere trabajar, la mujer quiere manejar y el hombre quiere manejar, la mujer quiere mandar y el hombre quiere mandar, etc. Pura competencia.

La mayoría acepta, ahora, que una pareja se forme por diez años, con suerte. Y también pueden durar dos meses, o tres años, o siete temporadas. Incluso se leen declaraciones de hombres y mujeres inteligentes que afirman: “Yo elegí mi soledad... Estoy muy bien así... ¡Nunca más una pareja con cama adentro!” Todo porque... la convivencia es muy difícil.
Lo difícil es la no convivencia. Lo grave es amar a una mujer, desearla con toda el alma, querer verla a cada minuto; sentir su respiración, su aliento, la caricia de sus manos y sus pies; oír su voz, explorar su mente (o su boca); tenerla, poseerla, dormir con ella... y quedarse con las ganas.

Para una mujer, lo feo es amanecer cada mañana sin los brazos que la protejan, sin la boca que le cuente mentiras, sin el olor a hombre que se respira bajo una sábana. ¡Eso es lo feo, lo cruel, lo frustrante! Desear y no tener.
Las personas se quedan solas, a veces. Porque enviudan, porque tienen mala suerte, porque aman y no son correspondidas. Van corriendo los meses y estas personas empiezan a perder la compostura. El tono de voz se hace agudo. El aspecto general, descuidado. El ser humano, cuando está solo, se vuelve excéntrico. Porque no tiene una pareja que juegue como contrapeso. Alguien que le diga: “No hagas locuras”, “arreglate esos pelos”, “tiene razón mengano y no fulano, piensalo bien”. Así es que los solos se ponen un poco intratables. Un poco raros, y por lo tanto navegan hacia la demencia.
¿Qué tiene esto de raro? ¡Nada! Somos mamíferos. Necesitamos de la ternura de una madre y de la ferocidad de un padre, todo muy suavizado por los tiempos modernos...
¡Pero seguimos siendo mamíferos! A pesar de la probeta. Entonces, nuestro espíritu se nutre de dos principios. La milenaria dualidad. Virtud y pecado. Hombre y mujer. Dios y el diablo. Se necesitan dos para bailar el tango... Es cierto: la pareja falla. Traiciona, roba, miente, huye, abandona.
Así son las cosas. Pero, ¿acaso los seres humanos conocemos otra manera de vivir? ¿Quién la inventó? ¿En qué país funciona? Un hombre y una mujer, siempre. Si ustedes quieren, la Bella y la Bestia.
Hay que enseñarlo a los hijos. Hay que hacerlo correr por el aire. Hay que firmarlo con sangre. La felicidad escapa de nuestras manos, pero a veces logramos apresarla por un tiempo, y ese tiempo pueden ser cien años.
Cuando tenemos la felicidad en nuestros brazos, no es de plástico, no es el solitario horno de microondas, no es un martini en el after six, no es la desolación de un crucero para solitarios o la patética mirada del viejito que ya no tiene a nadie, sentado en un banco de plaza.
La felicidad es la pareja, hoy más que antes. Complicada, competitiva, con miles de tentaciones que llegan a través del e-mail, la PC, la televisión, las amigas, los amigos, los gimnasios, los cibercafés, los consejeros psicológicos y otros.
La felicidad es eso que ya no sucede: amanecer junto a un cuerpo caliente que bosteza y respira. Nuestro íntimo amigo/a. ¿El se fue con otra? ¿Ella se dejó engatusar por un personaje? Mala suerte: vuelve a probar.

Siempre hay una segunda oportunidad para el que juega limpio.

lunes, 9 de julio de 2007

Un estado de animo?


Es casi obligado hablar del desamor cuando hablamos de cosas de dos, y cuando hablamos del amor también. Porque el desamor ocurre, y sobre todo en el tipo de amor que se da en la Pareja.
Cuando hay amor, puede ocurrir el desamor.
El desamor por un amigo, ocurre de una manera totalmente diferente.

Vamos a hablar del desamor en la Pareja, algo de lo quizás todos sabemos un poquito. Vamos a referirnos no sólo a lo que puedan ser nuestras experiencias personales, sino también a los síntomas más particulares.
  • Cuando vemos que el desamor es la causa de los problemas que existen en las cosas de dos.

  • Cuando acaban las emociones positivas ante el encuentro con el otro.

  • Cuando la rutina y la vida en común apagan la comunicación y el interés por el otro.

  • Cuando uno tiene una sensación incluso de extrañeza ante la presencia del otro.
Es entonces cuando comienza el desamor.

-¿Qué hago yo aquí con esta persona?
Es una pregunta que dispara la primera señal de que ya no se la ama. Y además uno no encuentra respuesta a esta pregunta.

El desamor está también íntimamente unido a la falta de deseo sexual por el otro. Este es también uno de los síntomas principales del desamor.

La falta de interés puede producirse por múltiples razones, que pueden ser simplemente consecuencia de estrés o preocupaciones sobre uno mismo, pero cuando no nos dice NADA la presencia del otro, sino que más bien nos "sobra", cuando no tenemos ganas de comunicar nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestras preocupaciones o simplemente qué tal nos ha ido el día, y ésto ocurre cada vez con mayor frecuencia, entonces sí que nos podemos preguntar si seguimos amando a nuestra Pareja.

Si estamos en un momento emocionalmente estable, podemos tener la reacción de comenzar a hablar del tema, que sería lo más sano que podríamos hacer, porque a lo mejor no es el desamor, sino la rutina y el aburrimiento por falta de estímulos que unen lo que nos provoca esta desgana a la hora de compartir.

En la propia comunicación sobre nuestro estado de desinterés hacia el otro, puede suceder que nos demos cuenta que la cuestión tiene arreglo o no. Podría tener arreglo si sentimos la necesidad de arreglarlo en ese preciso momento en el que se tiene el diálogo sobre el tema, pero si notamos que sobreviene un sentimiento de lástima por el otro o que nos nace un sentimiento de no hacer daño, entonces, es que nos hemos encontrado con el desamor. Seguimos queriendo a esa persona, pero no amándola.

En un primer momento se pueden tener sentimientos de una falsa compasión por el otro y tratamos de compensar este sentimiento, que es real, con actitudes ficticias producto de un sentimiento de culpa, es la fase "masoquista" del desamor, en que el duelo por la pérdida de la pasión y del deseo se compensan echándose las culpas a uno mismo. Porque el desamor se vive como un sentimiento de duelo por la pérdida del amor por el otro. Los intentos de compensación producto de los sentimientos de culpa asociados no lleva más que a un rechazo finalmente por el otro, cuando se da uno cuenta de que es inútil tratar de compensar, que el sentimiento es real y que estamos ante una farsa.

Es difícil asumir que el desamor ha llegado a nuestras vidas, ya que el hombre es animal de costumbres y por tanto hay quien se resigna ante este sentimiento no creando otras expectativas que continuar en una relación cortés, pero claro está, no es probable que el otro acceda a ello. Sería un intento de prolongar algo que podría convertirse en una agonía. Y la agonía en el amor es muy desagradable y puede llevarnos al aborrecimiento por el otro, lo cual ya lindaría con la peligrosidad y los límites que jamás se deben rebasar.

Cuando el desamor llega a nuestra vida como pareja, es mejor separarse y convertir la relación en un amor amistoso, quizás sea la mejor solución.

El desamor no suele ocurrirle a los dos miembros a la vez. Ojalá fuera así, pero es algo inusual, desgraciadamente, porque se evitarían de ese modo muchos sufrimientos, es por eso que ante el desamor los dos sufren, es un momento de duelo de pérdida para los dos.

Si se sabe asumir esta fase sin dramatismos neuróticos, pueden evitarse muchos sufrimientos extras producto de la resistencia a que puedan producirse cambios, entre los que por supuesto está la separación.

Es preferible ante la mínima señal de falta de interés y de alegría por ver al otro, o ante cualquier situación en la que uno "no se encuentra en su sitio" cuando está con el otro hablarlo, decirlo, comunicarlo. En un primer momento quizás una serie de puntualizaciones pueden hacer reaccionar al otro (al que no ha sentido todavía esa horrible sensación de extrañeza) para que comience a seducir a su pareja, ya que el desamor también se manifiesta ante una falta de "ser seducido por el otro".

Quizás tardemos un tiempo antes de ser conscientes del desamor, por eso invitamos a las Parejas a hacerse un "chequeo de amor" con frecuencia, con todas las características que un amor de pareja conlleva, y sobre todo las relacionadas con el deseo sexual por el otro, el deseo por el contenido de sus mensajes cuando se comunican, el interés por su bienestar, la tendencia al cuidado del otro y el respeto por sus gustos y costumbres.

Cuando alguna de estas premisas fallan, es entonces cuando hay que sentarse a dialogar y a puntualizar si todavía se puede una forma de "sanar" la relación y volver a abrir las puertas al amor.

Cuando fallan las ganas de compartir, de experimentar, de hacer cosas juntos, de construir, de acercarse en la unión, de "hacer piña" juntos, de hacer el amor, de hablar sobre las cosas de dos, de hacer proyectos juntos, de divertirse y reír, de emprender y ayudar al otro, de cuidarle y protegerle, es cuando llega el desamor.

Son momentos tristes de mucho dolor, siempre se sufre y siempre se han de elaborar sentimientos de pérdida de duelo interior, que puede perfectamente elaborarse si no atravesamos los límites que dicta nuestro corazón.

Pensando con el corazón a veces es cuando mejor acertamos a la hora de evaluar nuestros sentimientos en vez de calibrar lo que es mejor o peor. Peor será siempre llevarle la contraria a nuestros sentimientos tratando de compensarlos con razonamientos. Esto no funciona en el amor, ni tampoco en el desamor, cuando lo que tratamos de hacer es lo mejor para los dos.

Tomarse un tiempo de separación para reflexionar, y para ver si se echa de menos al otro en las cuestiones relacionadas con el amor: deseo de compartir, deseo de su compañía, deseo de sus caricias y de su cuerpo, deseo de cuidarle y protegerle, y deseo de saber qué piensa y siente y qué hace o deja de hacer, es lo que aconsejamos ante la sospecha de la llegada de tales sentimientos de extrañeza por la presencia del otro.

Antes de tomar resoluciones drásticas, es mejor reflexionar para darnos tiempo antes de resolver mediante una separación. Pero ante el verdadero desamor es siempre aconsejable una separación con el fin de evitar el deterioro, la agonía y los sufrimientos que podemos evitar.

El amor es como un banco con tres patas. Una de estas es el deseo sexual. Otra es la comunicación y el contacto íntimo. Y la otra: la confianza (y la seguridad que ésta sustenta). Cuando alguna de sus patas se rompe, el banco se cae: se vive el desamor en la pareja. Si el estrés cotidiano o la pesada monotonía afecta, a la pasión sexual, o a la comunicación íntima, o, si se pierde la confianza y seguridad por la pareja, estaremos frente a está pérdida de interés y de disfrute con la pareja.

Si bien tenemos la firme convicción de que el desamor es tan pasajero como lo es el propio sentimiento pleno de amor, cuando su bases están muy deterioradas, tenemos evitar que la caída del banco nos rompa un pie. El desamor puede ser un motivo de separación para evitar daños mayores.
Mirar hacia otro lado sabiéndose dueño de la vida de uno y de los sentimientos, con control sobre ellos, sería lo óptimo. La cuestión es no perder la autovaloración personal nunca, porque el desamor es algo normal y hay que simplemente aceptarlo como algo que ocurrió, y aunque parece fácil decirlo, todos sabemos lo difícil que es elaborarlo con sabiduría.

La experiencia, el conocimiento y el paso del tiempo, curan las heridas incluso las más profundas que puedan surgir. Y más profundas serán cuanto más tiempo nos tomemos para actuar rápidamente ante la más mínima señal.

Las claves son la rapidez para reaccionar y la sensación de estar controlando y aprendiendo sobre lo que nos dicta nuestro corazón.

Un mal de muchos?


Los celos son la sospecha irreal de estar siendo engañado, burlado o despreciado, es decir, cuando una persona siente celos, sufre y se enfada porque cree que le están haciendo algo “malo”: despreciando, engañando, faltándole al respeto o que le toman el pelo. En el caso de sentir Celos por la pareja, el sentimiento de desprecio viene porque el celoso cree que su pareja prefiere más a otra persona, y por eso tiene miedo a perderla o a que le engañe.

En realidad, nadie le desprecia ni le engaña, sino que cree eso porque padece "baja autoestima", es decir, cuando un celoso tiene el clásico ataque de Celos (–cada dos o cuatro días–), siente un intenso dolor en el pecho, por tristeza, incomprensión y rabia, que le convence de que lo están despreciando o engañando, pero lo que de verdad ocurre es que su cerebro le hace creer, sin que se de cuenta, que él mismo es despreciable, motivo por el que cree que lo desprecian o le engañan. O sea, al despreciarse él mismo, al verse malo, cree que los demás también lo ven malo y que lo desprecian por eso.

Los celos se dan tanto en el trabajo, como con los amigos o en la familia. La única diferencia es que el dolor que producen son más fuertes cuanto más fuerte sea el lazo afectivo con la víctima (siempre dolerá más creer que le desprecia la persona a la que más quiere). En ningún caso suponen una sensación agradable o placentera. En cambio, originan desconfianza, miedo, rabia y resentimiento. Cuando el transtorno es grave, genera estados incontrolables de ira contra la persona que protagoniza los pensamientos de celos.

Habiendo motivos reales para sentir celos, el dolor se incrementa, ya que eso confirma al celoso que no sirve, al menos, para su pareja.

Los síntomas más comunes son la desconfianza, la ansiedad, la inseguridad, la obsesión, el miedo, los enfados y los complejos.

Nacen cuando alguien nos castiga, reprende, regaña, sermonea, riñe, critica o compara siendo niños, por no hacer las cosas bien, ya que ese castigo nos hace creer que somos malos de verdad, pues de niños suponemos que a nadie le castigan porque es bueno. Es como si cada castigo le bajase un punto a nuestra autoestima. A más castigos, más celos.

Debemos saber que hay muchas formas en las que un niño se puede sentir castigado; están las formas normales de castigar: gritos, reproches, insultos, comparaciones, insultos, amenazas, humillaciones, etc., y están las formas más sutiles, como la sobreprotección que ejercen los padres, ya que esa sobreprotección le está prohibiendo al niño hacer lo que realmente quiere, y prohibir es castigar.

Por ejemplo, está lloviendo, el niño quiere jugar bajo la lluvia, pero la madre lo quita de allí para que no coja un resfriado. La madre lo hace con toda su buena fe (tal vez por el miedo que ella misma tiene), pero el niño se enfada porque le prohíben jugar bajo la lluvia, y llega a pensar que se lo prohíben porque es un niño débil que se enferma fácilmente……

Cuando pasamos la etapa infantil (donde construimos nuestra forma de ser), sentiremos de vez en cuando que no valemos o que los demás son mejores que nosotros, y para justificar ese sentimiento de baja autoestima (pues no sabemos de dónde nos viene), creeremos que somos malos, feos, torpes o inútiles... De ahí el miedo que sentimos a que nuestra pareja nos deje por otra persona: porque creemos que cualquier otro(a) es mejor que nosotros.

Los celos actúan en todos los ámbitos en los que se encuentre el celoso, ya que incluso estando solo puede sentir baja autoestima. La confusión está en que los celos duelen más en la pareja porque, al ser los celos un sentimiento, por el que creemos que nadie nos quiere, siempre nos dolerá más sentir que es nuestra pareja quien no nos quiere. Pero todos sabemos que los celos se dan también entre hermanos, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, etc.

Los celos se manifiestan por crisis, es decir, con altibajos: unos días estaremos bien, queriéndonos, tranquilos y pensando siempre en lo bueno, y otros días estaremos mal, con la autoestima baja, enfadados y recordando sólo lo malo.

Poniendo un ejemplo, sin crisis entendemos y creemos la explicación de nuestra pareja por llegar tarde a una cita (tal vez un atasco en la carretera), y nos alegramos de que haya llegado, pero, en crisis, desconfiamos de esa excusa del atasco y nos enfadamos porque sólo vemos que nuestra pareja hizo mal por llegar tarde (llegamos a pensar que estuvo con otro(a)). O sea, los celos no aparecen cuando creemos que nos dan motivos, sino cuando estamos en crisis.

Como hay muchas formas de castigar a un niño, hay muchos grados de celos. Es decir, unos serán menos celosos que otros porque contra unos los castigos eran simples enfados o prohibiciones y no llegaban a más, pero contra otros, los castigos eran acompañados de insultos y desprecios, por lo que seguramente, los muy celosos serán los clásicos maltratadores.

Cuando un hombre (o mujer) maltrata, siempre lo hace enfadado, en estado de ira, en una fuerte discusión, y eso ocurre porque el maltratador está convencido en ese momento de que su pareja ha hecho “algo malo” contra él.

La relación con los celos es que son LOS CELOS los que LE HACEN CREER que su pareja hizo “algo malo”. Pero no celos como cree la sociedad (miedo a que su pareja le deje por otro), sino celos como SOSPECHA IRREAL DE ESTAR SIENDO DESPRECIADO, ENGAÑADO O BURLADO, es decir, cuando una persona siente celos, sufre y se enfada porque sospecha que su pareja hizo algo malo.

El celoso sufre y se enfada porque considera que el o ella le engaña con otro(a). Pero también SUS CELOS LE HACEN CREER que el o ella miente o se burla al no esperarle para comer o por llegar tarde a una cita, o por cualquier otra tontería. Y al considerar “malo”, se enfada y castiga por esa “maldad”. La forma e intensidad del enfado dependera únicamente de cómo y cuánto se enfadaban con él cuando era niño, y en el caso del maltratador se enfadaron con violencia.

Esto sucede por lo siguiente:

La mayoría de padres suelen enfadarse y castigar a sus hijos cuando hacen “cosas malas”, pues a ellos les enseñaron lo mismo, castigar lo “malo”, pero el castigarle tiene consecuencias importantes, como bajarle su autoestima, herir su amor propio, ya que el niño llega a creer que si le castigan es porque es malo. Al tener baja la autoestima, el niño cree que no vale, que no sirve, y es entonces cuando comienza a sospechar que le desprecian o le engañan, porque cree que la gente lo ve malo. Y al sospechar que la gente lo desprecia o lo engaña, considerará “mala” a esa gente, y se enfadará, como lo hacían con él. ¿Por qué se enfada? Porque cuando se enfadaban con él siendo niño le metían en su mente, (sin que nadie se diera cuenta), la orden de castigar lo malo. (CCAM: Criterio de CAstigar lo Malo). Por eso, cuando está en crisis, y cree ver algo malo, se enfada y castiga.

Cuando ese niño se hace hombre, sus celos le harán creer, por cualquier motivo, que su pareja le desprecia, le engaña, le toma el pelo o le falta al respeto. Y entonces se enfadará, tal y como se enfadaron con él cuando niño. Si se enfadaron poco contra él, será poco celoso, y sus enfados no tendrán graves consecuencias. Estos serían los celos llamados buenos o normales (aunque no dejan de hacer daño). Pero si se enfadaron mucho y con violencia, por lo general será muy celoso y muy agresivo, y sus consecuencias, casi siempre, serán los malos tratos.

Algunas personas creen que el hombre maltrata porque es malo, pero nadie nace malo, sino que lo hacen malo en su niñez a base de castigos injustificados.

Otras personas creen que el alcohol es la causa de mucha violencia doméstica, pero el alcohol sólo sirve para sacar de forma más rápida la rabia y las ganas de pegar que ya tiene el maltratador en su mente.

El maltratador (celoso en grado alto, tanto hombre como mujer) sólo tiene un trahuma psicológico que, cada pocos días, le bajara su autoestima al castigarse a sí mismo (en los sueños, en el inconsciente), y le hara ver cosas malas donde no las hay, y le obligara a castigar con violencia esas cosas malas que cree ver. La solución es quitar ese trahuma.
Formas? Hay muchas...... Una de ellas, buscar ayuda de un especialista.
Y ustedes son celosos(a)?
Han vivido la experiencia de tener una relacion con un celoso(a)?